Luces del alba ardiendo,
cáscaras de lo que fue la noche.
Ahora duermo,
ya no siento nada.
Pero llegará pronto la lluvia,
desde el cielo gris rajado,
y yo yaceré en el suelo
con mi herida aún sangrando.
Veré caer la lluvia sobre mí,
oiré el lamento de la tierra resquebrajándose
y mi sangre calentará mis manos.
Ahora no quiero gritar
porque el grito más fuerte es el silencio.
Ahora, que ya no quedan ríos,
ni lagos,
ni mares en que ser náufrago
diré adios a mi patria, el mundo,
la tierra yerma que un día me vio nacer y que ahora
le proporciona un lecho a mi cuerpo inerte.