De procedencia incierta y con un destino más bien refinado.
Con las uñas tan afiladas como los bultos de una almohada.
Dulce como un cazo de miel. (tibia, por supuesto)
Más reconfortante que un regreso en tren con mil dolores en la espalda, una sonrisa y un atardecer.
Asombroso como un malabarista viajero.
Joven como unas orejas sonrosadas.
Sincero como los guiños de los bebés.
Compartido, como una mirada para dos pares de ojos.
Qué bonito...un atardecer y una mirada...
Escrito por bergaes a las 24 de Agosto 2004 a las 06:35 PMMe he dado cuenta de lo poco inspirado de mi comentario...
A veces, determinadas acciones o personas nos hacen afilar las uñas. Aún así, la simplicidad de conocer a "extraños" y la ilusión de intentar que dejen de serlo, hacen especiales momentos que pasarían desapercibidos.
Como empezar un libro recomendado, y darse cuenta de que merece más la pena de lo que en principio había imaginado.