Ya no espero nada.
Nada es lo que me apetece vivir en este momento.
Confío en que la vida me de una buena lección y me haga tragarme mis palabras.
Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que el día que me muera no será el primer día que conozca la muerte, sino que será el día en que la vea por última vez.
Porque ya la conozco. La veo continuamente, a diario, y en momentos como el de ahora la descubro más cerca que nunca.
Siento que me ha tocado, siento que he muerto un poco. Y lo que muere no vuelve a la vida. Pasa a otra vida, mejor quizás, pero no vuelve a la de antes. Lo que queda brilla con más fuerza, al parecer. Esos son los lugares que me empeño en proteger. Aquellos que guardo como refugio, mío y de los que se lo ganan.
Es curioso, pero sigo empeñado en pensar que todo sigue las pautas de un plan. Es por eso que no me resigno, si bien en ocasiones enfilo el camino de la no-cordura.
Algún día ingresaré en el grupo de los coherentes con la vida, pero de momento es lo que hay.
Escrito por Dorian a las 3 de Abril 2005 a las 01:59 AM