Me retuerzo sobre un nervio tirante. Quema, pero no me puedo despegar. Se pasa rápido y ya puedo salir. Voy caminando y me cruzo con una cara que no me reconoce. La detengo, pero no consigo que se desprenda de su cortina. Tanto da, hay prisa y no conviene demorarse. Bajo, subo, llego puntual. Falta alguien, pero la estructura preconcebida se mantiene inalterable. Entro, y otra vez el calor. Esta vez se prolonga durante más tiempo, pero no molesta tanto, pues ahora soy un mero espectador. Escucho lo que me tienen que decir, miro con detenimiento. Intento asimilar todo lo que recibo y me convierto en presa de un desánimo pasajero. El calor sigue presente hasta que me voy. Ya no lo noto, ahora se respira con más facilidad. Más camino por delante. Giro, giro, giro. Sigo caminando. Llego a la segunda parada. Otra vez el calor, más agradable no obstante. Pasa el tiempo y nadie se da cuenta hasta que se hace tarde. Salgo al frío. Me envuelve y me acompaña por el camino. En algún lugar le doy esquinazo y vuelvo al calor, el más suave y agradable. De repente silencio. Y en el silencio, gotas de lluvia.
Escrito por Dorian a las 12 de Noviembre 2005 a las 08:42 PM