"Ayer volví a dejar la misma hoja de papel sobre la mesa, quizás con la esperanza de regresar a casa más tarde y ver que te la has llevado.
No tengo nada que decirte, salvo que no quiero verte llorar a escondidas, pues te veo, y no quiero pensar que ya no eres feliz.
Acuérdate de que eres libre, tanto como para salir volando si quisieras, pero no quieres. Te atreves a gritarme si me acerco con una caricia en la mano, y yo no me atrevo a responderte, tan grande es la tristeza que me envían tus ojos...
No hace falta que te mande mi dirección pues sabes que, aunque me voy, sólo tienes que llamarme para que acuda a ti, otra vez, como si nada hubiera pasado.
Todo sea por el bien de los dos, por el mío propio, por el tuyo y el de tu dolor...
Llegará el día en que el tiempo no será ya un estorbo, un veloz crepitar de vida que se te escapa. Llegará pues, el día en que volvamos a dibujar sonrisas sinceras. Pero antes, mejor será esperar. Simplemente, esperemos..."