23 de Febrero 2005

Análisis

En pleno momento de planteamiento existencial y de intenso sentimiento de vigor por la vía, digamos, menos agradable a uno se le presenta de vez en cuando una valiosa flor que sale de debajo de alguna piedra.

Este recorte lo encontré buscando en un libro de poesía. Tiene unos cuantos años, pero ha esperado a este momento para mostrarse ante mí. Se lo agradezco.


LA HERIDA

Una amiga mía, presa de las primeras palpitaciones de un flehazo, me contó el otro día con frénetico énfasis hasta el menor detalle de su incipiente historia;la inquietud aguda, el desasosiego, los momentos de éxtasis entreverados con la desesperación más absoluta. Porque la pasión funciona así: te aliena, te pone nerviosísima, te impide concentrarte en tu trabajo, te convierte en un ser frágil y alelado al que una sola palabra del amado puede hundir en los infiernos o elevar a la gloria.

Qué extraña cosa es que añoremos ese estado de abstoluta miseria. Quiero deir que, cuando llevamos algún tiempo ausentes de la pasión, echamos de menos ese desbaratamiento total de los sentidos. Puede que disfrutemos de una vida satisfactoria; puede que tengamos amigos, y éxito profesional, y amores reposados. Pues bien, pese a todo ello, podemos sentir nostalgia de la pasión, que es como sentir nostalgia de la enfermedad estando sano.

Me pregunto qué significará para nosotros esa dolencia para que nos sea tan necesaria. Esa pasión que nanto nos quita, ¿qué nos da? Tal vez un vislumbre de eternidad y de belleza; y la fugaz ilusión de no estar tan solos frente a la oscuridad del ser, frente al agujero del vivir y frente a nuestra muuerte. Qué enigmática es la naturaleza del amor: ese repetir y repetir de la misma emoción y los mismos errores, sin aprender jamás de la experiencia. Los amados cambian: el amor es siempre el mismo. Llevamos los humanos dentro nuestro la necesidad de la pasión, como quien lleva una herida. ¿De qué otro modos se puede entender, si no, que una persona madura y sensata caiga de golpe en el desconsuelo más feroz por el simple hecho de intuir cierta frialdad en el amado? No es ese concreto y nimio desapego lo que nos hunde: es que se nos reabre la herida infinita, el hueco emocional irrellenable.


por Rosa Montero


No hay mucho más que decir...Puestos a ser fríos, he aquí una radiografía de la pasión.
Curiosa la observación de que se cometen siempre los mismos errores.

Siento que se vislumbren ciertos trazos de rencor en mis comentarios, pero aún estoy en proceso de desintoxicación...Es lo bueno de tener un sitio donde escupir y que nadie me pida que limpie (ni siquiera yo mismo)

Escrito por Dorian a las 23 de Febrero 2005 a las 11:07 PM
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