Aparaces, y me limpias el alma de pelusas, de toda la mierda que me trae este viento invernal. Me abrazas para que me apoye un rato en tu risa, aunque te cueste reirte tanto como a mí. Y me cantas una canción de nana, justo antes de que nos durmamos y dejemos pasar la vida, cada uno a nuestra manera.
Me lleno de ti. Dejo que mi organismo se acostumbre al mejor alimento, aunque luego me vaya a matar el hambre. Como ahora, que estás lejos. Tan lejos como cuando te tengo delante y siento que el mundo se ha colocado entre nosotros.
Debería dejar de mirarte a los ojos, sólo para que no me puedas leer el alma con esa sensibilidad de poeta que me deja helado. Para que nada de lo que veas te asuste, para que te quedes cinco minutos más. Son ya unos cuantos los cafés que voy bebiéndome por ti, empeñado en evitarte más tragos amargos.
Porque creo que nada de lo que veo tiene futuro...ese futuro ilusiorio que nos mata de miedo.