Es una descomposición lenta y dolorosa.
El alma toda cubierta de brea no es el mejor aspecto para recibirte, pero no te vas por eso. Sabes lo que siento y no me dejas cometer el error de decírtelo.
Mientras te esperaba, la lluvia iba deshaciendo mi amor propio. Cuando te has ido, me he dado cuenta de que el mundo sólo lo entiendo en escala de grises.
Ya no aspiro a compartir miedos con nadie. Sólo me comprometo a seguir esperando bajo la lluvia. Con una condición: que la última gota que me atraviese el alma escurra toda mi tristeza. Sólo así podré despegarme del suelo que tú y yo pisamos. Suelo que ya no espero pisar más.