A lo largo del día me gusta ponerme toda la ropa que tengo.
Cuando alguien estornuda, en lugar de decir Jesús digo mi nombre.
Al cruzar los pasos de peatones piso cada color con un pie y voy girando mi cabeza alternativamente a derecha e izquierda.
Cada vez que paso por debajo de un balcón grito un nombre al azar y espero cinco minutos para ver si se asoma alguien.
Procuro estar, al menos tres veces por semana, en un lugar del mundo que no conozca.