Supongo que no te habrás sentido tan conmovida como yo, ¿verdad, pequeña gran alma? Es normal, pues tú estás acostumbrada a muchas más batallas, ya fueran amargas derrotas por parte de las emociones o dulces risas provocadas por la satisfacción. Da igual. El caso es que tú sabes cosas que yo ignoro, ¿no es así? Y, sin embargo, no me las dices; prefieres que las aprenda yo por mi cuenta, para asegurarte así de que no las olvide. Eres una dura educadora, sí, como las buenas amigas.
Algún día recogeré todos los frutos que plantaste para mí y los compartiremos, aunque no sea en este plano. Es igual, sabes de sobra que mi viaje al otro mundo te tiene a ti como acompañante, y eso es mucho.
Por cierto, no te olvides de arroparme esta noche; parece que va a hacer bastante frío, y así me levantaré mañana con más fuerzas tras un buen descanso. ¿Harás eso por mí? Sí, claro, y muchas cosas más.
Te dejo, compañera. Hoy ha sido un día muy duro. Bueno, qué te voy a contar que no sepas.
Buenas noches, alma.