Aquel día no reconocí tu sonrisa como lo que era. Pero tú te empeñaste en que no pudiera olvidarme de ella jamás. Eras la sonrisa que apartaba la nube de la vulgaridad. Me enseñaste tu voz, tu timidez e incluso tu alegría. Pero sobre todo me llenaste de ilusión. Cómo explicar la intensidad que se concentraba en cada momento. Saludos con careta de cómplices. Y siempre esa tranquilidad, esa seguridad de que todo iría bien y, si no era así, no importaba. "no te agobies", ¿recuerdas? Todos tenemos la capacidad de recibir el viento a favor si sabemos ponernos de espaldas a él. Pero tú soplabas más fuerte. Me enseñaste todo en un tiempo mínimo. Quizás para guardar siempre esa intensidad que albergabas tras aquella suave tranquilidad. Tenías una cara de luz. Y me enseñaste más. Como que las acciones vulgarmente graciosas se vuelven sublimes si se acompañan con una sonrisa sincera. Yo intenté darte algo a cambio, no sé si acerté. Lo cierto es que si de verdad aprendí algo, se me debió notar al intentar corresponder una de tus miradas. Intentando transmitir esa alegría de vivir que tú emanabas.
Las estaciones cambian, no obstante. Y qué duro es comprobar cómo todo llega a su fin. Pero no es el final. Se trata de otro paso más. Puede que no quisieras tener que ser tú la que nos lo hiciera llegar. Tampoco nosotros queríamos que te fueras. Nos queda un vacío tan grande que sólo se puede llenar con tu inmenso recuerdo.
Gracias por dejarnos tanto de ti, por hacer de la vida algo irrepetible.
Escrito por Dorian a las 22 de Septiembre 2005 a las 12:47 AMmuy bonito
Escrito por bergaes a las 29 de Septiembre 2005 a las 08:15 PM