El sino es claro al respecto. El espíritu está condenado, no hay inconveniente alguno. Puede ser más o menos fuerte, pero vive atado a un cuerpo sometido a la rigurosa selección natural.
Cúmulos de situaciones traducidas a un intenso dolor. Una actitud enclenque inclinada, una peligrosa señal de derrota.
No veo más que máscaras riéndose. Algunas, amigas; otras, no. Ninguna sale de un espejo.
No queda sitio entre la nada y mi sombra. El ciclo comenzará de nuevo, tarde o temprano, pero el que finaliza se apagará con el trabajo cumplido. Sigue trabajando, incansable. Se entrega con empeño a este oficio cruel.
Toda una declaración de principios. Una explosión de puro llanto contenida en forma de breve informe.
Eso ha ocurrido, bastantes noches ocupadas en destrozar el futuro a golpe de lágrima. Aunque algo va cambiando. Ya no ocupa lugar la preocupación de buscarle explicación a por qué demonios sigue girando el mundo. (Alguien debe seguir engrasán-dolor. Yo, en cambio, sigo chirriando a cada paso que doy).
Los polos opuestos se siguen atrayendo. Necesito una descarga eléctrica que evite esta decadente muerte súbita. Creo que voy entendiendo la enseñanza, la acuciante necesidad de movimiento rige toda decisión.
Desde aquí mi consideración a los grandes maestros. Espero hacerme merecedor de su tiempo. Así sea.
Me gustaría escribir un final distinto; inventarme un punto y aparte reconciliador conmigo mismo.
He pasado mucho tiempo buscando una oportunidad y se han presentado dos a la vez, ninguna en forma de respuesta.
Cada día se parece más al anterior, salvo honrosas excepciones, y yo me empeño en no cambiar. De seguir así, me quedaré dormido sin honores. Algo se apagará definitivamente y será sustituido por una inercia gris.
Me siento como un león de hojalata al que le falta valor para decir que necesita un corazón.