Cuántas veces acudí a la calle que nunca dormía, esquina con la calle del despertar. Allí, tan sólo una farola alumbrándome la cara. Sin aire, sin vida. Nada de lo que allí ocurriera le importaba al resto del mundo, tan sólo las hadas de la noche acudían a darme consejos. Y fue allí, en medio de la negrura, donde se suponía que no debía estar, que encontré el frasco de las esencias. Era pequeño, pero brillaba con gran intensidad, tanta que ni siquiera recordé que allí había una farola solitaria. Fue al destaparlo cuando ocurrió todo: las brumas se disiparon en miles de pequeños jirones arrastrados por el viento...y vi los colores, y el cielo y la tierra, y la luz...
Alguien me dijo más tarde que el frasco de las esencias había salido de mi interior, aunque yo no supiera de su existencia hasta ese momento.
Verídico o no, lo cierto es que ya no lo llevo encima, no por miedo o desidia, sino porque sé que aquel no era el único frasco que había...
Estoy tan cansado de estar aquí...
Todo son pegas a mis intentos de levantar la cabeza por encima del nivel del agua. Ese agua que me llega ya hasta la sien, que porta miles de organismos que martillean mi cabeza y me impiden ver con claridad. Ahora sólo tengo un pensamiento al que aferrarme, quiero que todo pase rápido, para bien o para mal. Antes o después hay que pasar por ello, pero nunca parece el momento adecuado. No se está lo suficientemente preparado para una tensión tan nueva, tan fiera a la vez. No obstante, no albergo ninguna duda: esto me hará fuerte. Quizás, inmune a la acción del agua, consiga flotar en ella como hacen las pequeñas avispas, pero con la fuerza de un enjambre entero. En cualquiera de los casos, no me desprenderé del flotador de la esperanza y no dejaré de llevar sueños encima, por si acaso se deshincha...
Vuelve, Musa, que ya te echo de menos. ¿Puede ser que nunca te marcharas? En ese caso, disculpa mi falta de atención.
En ocasiones suceden cosas extrañas que nos apartan del curso monótono-normal de la vida. Es de agradecer.
No debería ser que cada día fuese igual que el anterior, en realidad no lo son, pero esa es la sensación que da a veces.
Todo ha sucedido muy rápido últimamente, y eso me alegra, pues lo considero un buen síntoma. También asusta, claro está, pero no siempre lo que queremos es lo que necesitamos, así que, de momento, lo daremos por bueno.
Intenso como encontrar en medio de un párrafo aquella frase que rondaba la memoria, así se presentó el día en mitad de la oscuridad.
Ampliaciones de horizontes o como lo queráis llamar. Lo cierto es que hoy el día huele a seco y yo no quiero dormir, pero tampoco estar despierto.
Abro ventanas a la esperanza y parece que la veo acercarse, a pesar de que los nubarrones tapan la luz del Sol con su imponente presencia.
Ya vendrán días mejores, como aquellos en que todo lucía un color vivo y no una triste paleta de grises.
Y no es que ahora todo sea así. Sólo que me lo parece. 5 minutos después, todo sigue igual de confuso...
Vuelvo a llegar tarde, como siempre. Esta vez me espera algo más que tu olvido, tus palabras tan bonitas y, a la vez, tan lejanas. Hoy volveré a llegar tarde.
Quizás sea necesaria otra vuelta más de la rueda del tiempo. Quizás ya se haya pasado de revoluciones, no lo sé.
Lo cierto es que yo sigo aquí y tú allí, así de simple, tan sencillo como que no queda más camino que hacia delante. Tan fácil como seguir viviendo, sin más pretensión que la de vivir bien.
Pero resulta que él seguía estando alegre, contemplando el Sol.
A veces se sentía mal, a ratos bien, pero nunca perdió el norte, eso es lo que más le importaba en ese momento. El sentido que diera a su vida, no por él ya, sino por todo lo demás.
No se permitía ya depresiones profundas ni bajadas de ánimo. Simplemente seguía hacia adelante...
Grandes son las distancias que separan los altibajos de la vida.
Intensas las sensaciones, enorme la ilusión.
El dolor hiere igual que corta el viento, y yo no tengo nada mejor que hacer que seguir viviendo.
Cada atardecer que presencio significa otro tren de oportunidades que ya no volverá.
La noche hace honor a su negrura siempre que no miro las estrellas.
A pesar de todo, los trenes siguen circulando.
Entonces alguien dijo que nadie se atrevería nunca a escribir un libro así después de haber vivido tanto...y alguien respondió que lo raro habría sido seguir viviendo después de escrito el libro.
Si empezara de nuevo...
cuántas cosas para hacer,
cuántos errores que evitar...
y cuántas lecciones que no aprendería,
cuántos momentos que perderían su valor.
No cambio mil mañanas por un ayer
pero tampoco pienso volver la vista atrás.
Cántame, niña, cántame tus alegrías,
que quiero reírme al viento
soñar sin que acabe este día.
Este día lleno de vida, pobre en lamentos
juega con las coincidencias
y abriga nuestros deseos.
Aquellos que ayer volaban
tan alto como se lo permitieron
y un día, cuando calleron, fueron recogidos al vuelo.
Me los trajo una paloma, blanca, con ojos de hada
me dijo "no los malgastes", al oído mientras me los daba.
Yo ahora los utilizo como mejor me parece
como creo que pueden verlos
aquellos que se los merecen.
Qué risa la de aquel día,
qué bien que nos sentimos
y lo bien que lo pasaremos
si es que sin miedo vivimos.