Levantad los adoquines para ver qué hay debajo.
Mirad hacia el cielo cuando lleguen los nubarrones, y poneos gafas de sol cuando se vayan.
No añoréis el pasado: convertid el presente en algo que habrá de ser añorado y recordad que la hoja del futuro siempre se da en blanco.
Comprobad todo aquello que os aseguren que es cierto.
Y, por favor, no se os ocurra no ser felices.
Viajo en el vagón del metro y mi mirada se orienta perpendicular al suelo.
Hoy toca día de mucha gente, día curioso entonces: siempre se aprende algo de el contacto entre las almas. Llego y no encuentro más que una sombra acurrucada en el rincón. Me acerco y le pregunto en qué piensa. "No pienso en nada", me contesta, "hace tiempo comprendí que pensar es peligroso, puede llegar a hacer verdadero daño". Tuerce el gesto y continúa con su ensimismamiento. No sé qué decir así que eligo la mejor opción y me quedo callado. Me siento a su lado y, por un momento, creo comprender lo que siente. Me mira y, sonriendo, me pregutna "¿cuánto hace que no ves llover?". Antes de extrañarme por su pregunta, recapacito. No comprendo el significado, y continúa: "es extraño, pero las personas olvidan que no están solas en el mundo. Pasan de largo en la mayor parte de las cosas que hacen durante el día. Corren cuando llueve, para no soportar la lluvia. Se abrigan cuando sopla el viento, para no tener que escuchar lo que les dice..." Tiene la mirada perdida y un deje de emoción asoma en sus ojos mientras continúa "¡no quieren vivir, rehúyen la vida! No quieren el compromiso ni la responsabilidad, olvidan que tienen seres queridos, olvidan a sus iguales, a sus hermanos, a sus padres...emprenden guerras y se matan entre ellos, sin siquiera pararse a pensar en el por qué de su locura..." Para cuando se gira hacia mí, llorando, la lluvia ya ha comenzado a caer. Yo sonrío entre tanta tempestad: comienzo a comprender lo que me quiere decir. Sí, ahora se siente mejor.
"Mira - me dice, sonriendo - mira cómo cae la lluvia".
Y cómo duele el momento,
ahora que arde la ciudad.
Tantas vidas para una misma calle,
tantos sueños que no llegan a despertar.
Quizás nos abran la puerta
en el pub de la soledad.
No espero encontrarme con nadie,
con nadie quiero ya conversar.
Todos están vacíos,
pero no son sino un espejo...
Yo, que me vacío entero
y nada era lo que había dentro.
Quiero dormir y no puedo,
no tengo la suficiente conciencia
que tumbado me permita un sueño,
que dormido me la regale a ella...
No quiero que se oiga el llanto,
pero no puedo dejar de llorar,
quizás por no haber comprendido,
quizás por comprender de más.
Lo cierto es que ahora deambulo
por barcos en puertos sin mar
por esás lúgubres callejas
donde tú me enseñaste a andar.
Recuerda ahora esos días,
recuerda ahora el dolor
mas no te olvides de la alegría,
pues es lo que recordaré yo.
"Ella pasó por su vida como una saeta,
y él puso la diana en su camino".
Porque a veces una casualidad puede cambiarlo todo,
porque nunca sabes qué fue lo que te perdiste aquella tarde.
Ahora que somos jóvenes, quizás recapacitemos
con esa perspectiva de viejos, con ese ánimo aún no atado.
Disfruta el momento que se te dio, y no les pidas cuentas a los que pasaron,
que esos ya estuvieron por aquí y gozaron de tu desprecio.
Mira, se ven venir muchos más. Quizás te den permiso para disfrutarlos, quizás no. Quizás tú no los aceptes y los dejes pasar de largo, como aquella vez, como aquella tarde.
Vela hoy por lograr tus sueños, pero no esperes demasiado, que el sueño más grande de todos, aquel que no puedes ver, es el que ya está pasando.
Y recuerda esto: que por esta vez, por una única vez, tienes permiso para disfrutar del momento. No dejes pasar este regalo. Que por mucho que creas que te lo dan continuamente, lo cierto es que sólo te están tentando, para que llegue el día en que lo quieras y ya no puedas aprovecharlo...
Luces del alba ardiendo,
cáscaras de lo que fue la noche.
Ahora duermo,
ya no siento nada.
Pero llegará pronto la lluvia,
desde el cielo gris rajado,
y yo yaceré en el suelo
con mi herida aún sangrando.
Veré caer la lluvia sobre mí,
oiré el lamento de la tierra resquebrajándose
y mi sangre calentará mis manos.
Ahora no quiero gritar
porque el grito más fuerte es el silencio.
Ahora, que ya no quedan ríos,
ni lagos,
ni mares en que ser náufrago
diré adios a mi patria, el mundo,
la tierra yerma que un día me vio nacer y que ahora
le proporciona un lecho a mi cuerpo inerte.
Uno siempre se alegra de tener cerca hombros en los que descansar y risas en las que olvidar los malos ratos.
Buenos acompañantes en las celebraciones y mejores visitantes en las dificultades. Esta es, dicen, una de las definiciones de la palabra "amigo/a".
Yo añadiría, además, que son aquellas personas capaces de hacerme sentir especial.
¿Cuáles son los buenos amigos? ¿Cuáles los mejores? No creo que exista respuesta.
Al igual que no se puede medir la belleza que alberga la sonrisa de un niño, uno no puede distinguir entre buenos o malos amigos, simplemente porque todos son buenos, malos, los mejores y los peores por ser lo que son y como son.
En fin, como siempre, se hace patente en mí la debilidad de corazón provocada por la noche, aunque, en esta ocasión, habría escrito lo mismo durante el día.
No podré pintar nada
si tú no me enseñas los colores
y mi boca no articulará palabra
hasta que no hables de todos los nombres.
Ríe con la música al aire
pero no te rías de mí.
Sabes que aún sigo sordo
y te oigo muy lejos de aquí.
Desde allí, donde un día me perdiste
podré apreciar el aroma
de tus flores, de tus amuletos
de la rosa arrancada con rabia.
Ven, ven aquí, cerca,
que mis manos puedan tocarte;
aún no entiendo de pieles,
no entiendo lo que te pones.
Cinco días pasaron despacio
antes de que me sintiera libre
cinco días, todos aciagos
arrancaron de mi lamento,
en mitad del cielo de azufre,
aquel canto, aquella rabia,
aquellas cosas tan dulces.
Hoy que todo lo veo,
ayer que nada veía,
todos días de mi vida
y todos días de vida.
Canté, lloré y me sostuve,
me recuesto ahora
cansado, sobre el hombro
que tiene la persona
que un día me enseñó a verte.
Lo que tiene esto de escribir es que puedes sacar algún tema de entre todo lo que sientes o piensas. Pero, ¿qué pasa cuando no sientes nada?
No quiero decir que no sienta nada ni piense en nada en concreto, pues creo que eso es imposible, pero es curiosa esa sensación de no tener ningún impulso que me obligue a escribir tal cosa o tal otra. Ni una historia, ni un poema, nada sobre lo que escribir excepto los inevitables pensamientos que nunca abandonan (por fortuna) mi cabeza.
A veces me parece extraño que pueda tener momentos en que sienta que puedo crear la historia más bonita. Pero es así, cuestión de altibajos, supongo. Aguantar el tirón cuando las cosas no salen como uno quiere y aprovechar cuando el viento sople a favor. Muy fácil de decir pero, como se suele decir, no es fácil seguir los consejos propios, aunque nos demos cuenta de que son buenos...
En definitiva, al final siempre acaba saliendo algo cuando te pones a ello (el que la sigue la consigue, dicen). Así que todo se resume en proponerse las cosas.
Procurad seguir vuestros propios consejos. Yo intentaré seguir los míos.
Hoy diré, en defensa de la fantasía, que ya no quedan lugares como los que se inventaron los locos soñadores de siempre.
Aquellos y aquellas que un día decidieron no doblegarse ante la dictadura de la rutina, de lo convencional y lo aburrido. Aquellas personas que le plantaron cara a la violencia de la vida, y con su alada imaginación destaparon el jardín de las criaturas fantásticas para que salieran a recorrer nuestras noches de miedo.
De repente un día nos encontramos con que nuestros padres nos contaban historias de hadas y duendes, animales, bosques, malos y buenos, tesoros, mares, montes, castillos...
Para qué crear todas estas historias si no es para entretener y divertir a los demás; qué noble objetivo.
Hoy que estamos creciendo, quizás deberíamos recurrir otra vez a los contadores de historias, para aliviar así nuestra falta de añoranza de lo fantástico.
Quizás en muchos sitios terminen por ser olvidados, pero lo cierto es que hasta que no dejen de existir narradores, no desaparecerán las historias, y hasta que éstas no lo hagan nosotros seguiremos siendo capaces de sentirnos un poco más jóvenes.
Háblame de lo que viste en aquellas hermosas tierras,
haz que yo también las vea: dibuja las montañas y los caminos con tus palabras, descríbeme el susurro del arroyo con una bonita frase.
Piensa en ello. ¿Un bosque? No me describas lo que es, sino lo que fuiste en él.
Ya veo las flores brillar en tu discurso, oigo al viento refrescando los prados.
El manto verde me sostiene, y al abrir los ojos me enseñas las nubes.
Prométeme que cada vez que lo necesite me volverás a traer aquí.
Sólo tú inventas cosas así.
Si me preguntan adónde fui, les diré que fuiste tú quien me llevó.
Les diré que estuve con el poeta.
Y sobrarán las explicaciones.
Duermo y sueño despierto
antes del fin de la noche.
No quiero flores ni almohadas,
quiero pasear por la calle sin nombre,
ahora que todos todavía duermen.
Escucha cómo no se oye nada,
esto no lo vas a encontrar siempre.
Es tarde, mejor regresar ahora
que la cama que abandonamos
aún nos espera abierta.
Dormir con los ojos cerrados,
llevando la mente a otros prados
y despertar con el olor a miel
que emanan los cabellos dorados.
Qué bonita está la mañana,
y más desde que despertaste.
Pájaros, brisa, amores;
todos conocen tu nombre.
Es el lechero quien llama,
el panadero trae frescas las barras,
en la puerta descansa una carta
escrita con letra del alma.
No recuerdo ya ningún día,
en que el Sol en lo alto callara.
Ahora estamos despiertos,
y el Sol para nosotros habla.
Cierra los ojos de nuevo, mira
ya no queda nada.
Es hora de vivir despiertos,
que la noche volverá a ser larga.
Tenía el gesto serio.
Su rostro ya no reflejaba la fuerza de ser alguien,
sus ojos disimulaban que un día fueron jóvenes y alegres.
Los días pasaban con alarmante rapidez, con pesada indiferencia.
Casi había olvidado los colores;por la calle tan sólo el gris le llamaba la atención.
Despertarse se convirtió en el momento más ingrato del día. No alberga ninguna esperanza quien nada espera. No obstante, nunca se quedó en la cama.
Tal vez fuera que no había perdido toda la vitalidad que un día tuvo, tal vez fuera que aún esperaba algo.
Así, pasaron los días.
De repente, la espera terminó.
Algo nuevo había llegado. Y le trajo una sonrisa, y le llenó el pecho de vida.
Casi no se podía creer que cinco minutos antes prefiriese la soledad a asomarse al fluir de la vida. Ahora todo era distinto. Sintió de nuevo la esperanza, se sintió joven otra vez.
De todo esto aprendió una lección.
Cuanto más difícil se haga aguantar y más lejano parezca el final, antes se terminará todo. Quizás cuestión de perseverar, de no perder la esperanza. En definitiva, seguir el curso de la vida.
Las peores despedidas no son las que tienen lugar en la estación, en el aeropuerto o enfrente de tu casa en la parada de taxis: las peores despedidas son aquellas que ni siquieran tienen lugar.
Esas que uno no se da cuenta que están ocurriendo, porque duran mucho: días, meses, años...Es frustrante ver cómo pierdes a una persona y no puedes hacer nada hasta que ya es tarde.
A veces es alentador pensar que es algo pasajero, que en algún momento las cosas volverán a su cauce...No sé, creo que cuando algo se te escapa de las manos es bastante complicado reconducirlo.
Vivir teniendo presente un recuerdo es difícil, sobre todo cuando queda lejos. Lo mejor es adaptarse a cada nueva situación, sabiendo que no será como antes, seguros de que puede ser aún mejor.
Porque no es lo mismo tarde que nunca.
Puede que veloces corceles te lleven lejos de aquí,
donde ya no recuerdes que un día estuvimos juntos
y todo lo que un día hicimos no te parezca más que un mal sueño.
Si algún día llegas allí, por lo menos recuerda que yo no te olvido,
que dejaré un reguero de migas de pan para encontrar el camino
de vuelta cuando vaya a buscarte.
Es difícil ver cómo las cosas cambian y uno no puede hacer nada por evitarlo.
Será que tiene que ser así, aunque yo no lo entienda.
Quizás vuelva a verte, con suerte, en mis sueños. Allí te contaré cómo me va sin ti. Seguramente me entren ganas de llorar, pero hace tiempo me prometí que no derramaría más lágrimas a no ser que alguien se lo mereciera. Tú lo mereces, desde luego, pero no quiero que me veas llorando. No por ti.
Algún día ya no me acordaré de esto. Mi vida será distinta, probablemente más tranquila, pero también más vacía.
Consideraré el haberte conocido como uno de los sueños más bonitos que tuve, y hasta me intentaré convencer de que fue algo real.
Lo que sea de tí a partir de ahora no me quita el sueño. Mis mejores deseos para el camino. Que te dé todo aquello que te ganes. Yo, por lo menos, no esperaré otra cosa.
Aún quedan sitios donde poder refugiarse cuando no se quiere seguir siendo mayor. Unos pocos todavía recuerdan el país de Nunca Jamás, ese lugar que un día nos inventamos y al que podemos volver siempre que lo necesitamos.
Pero no siempre es fácil encontrar ese camino. Tal vez pensamos que no podemos sumergirnos de nuevo en ese mundo de despreocupaciones que, por raro que parezca, un día habitamos. Sí que es posible: simplemente basta con recordar que no dejamos de jugar porque nos hacemos mayores sino que nos hacemos mayores porque dejamos de jugar. Es necesario, incluso, dejarnos llevar a ese mundo que aún existe pero que hay que buscar bien. Ganaremos el tiempo que pasemos allí.
Supongo que el día en que no tengamos preocupaciones será porque al fin nos hemos dado cuenta de que la única preocupación que nos importunaba era la de no tener preocupaciones. Basta con vivir sin miedo, luchando siempre contra las adversidades: de esta forma nos olvidaremos de lo "inmensos" que son nuestros problemas y quizás ganemos por fin nuestro deseado país.
Una noche en el bosque comenzaron a escucharse cantos. Dulces eran las voces que acariciaban al viento. Dulcemente acariciaba éste a las estrellas.
La niebla se disipó, las nubes se deshicieron...Y la luna llena comenzó a brillar.
Rodeado de pinos, el lago dormía sereno. Sus aguas trémulas se estremecieron cuando aulló la manada. Los lobos comenzaron la cacería.
Las flores dormían congeladas en su brillante pijama de rocío, meciéndose en la fría corriente. Celosas retenían su perfume, a la espera de un poco de calor.
Avanzada la noche, despertaron las lechuzas. Sus ojos de sabio vigilaban las sombras. Firmes guardianes en el descanso, lanzaban al aire sus advertencias.
Al poco comenzaron a verse las luces. Eran las hadas, pequeñas como una pluma, alegres como la mañana. Sus cabellos estaban adornados con diademas de néctar y sus alas habían sido bendecidas con los destellos de la sonrisa.
Eran ellas quienes cantaban. Le contaban al bosque sus historias, abiertas a quien quisiera escucharlas.Le contaban cómo le amaban, y cómo querían a sus habitantes. Los ciervos y gamos, las liebres, los osos y los zorros, los lobos, las abejas y mariposas...
Todos eran el bosque y ellas a todos protegían. Nadie podía perturbar su existencia. Nadíe podía arrebatarles lo que era suyo. Porque las hadas sabían que mientras habitaran en el bosque,éste habitaría en ellas...y mientras ellas sintieran esto, no dejaría de escucharse su canto.